Los paradigmas que han orientado al saber científico, a través del tiempo, no son permanentes, están sujetos a cambios originados por la crisis de distinta naturaleza, que tiene su impacto en el pensamiento filosófico, que genera nuevos esquemas de vida, nuevas formas de pensar, una nueva lógica y un nuevo saber.
Esmelin Graterol Guzmán (*)
En este siglo
se observa como una nueva razón
científica, emerge con gran fuerza, influyendo en todas las manifestaciones del
hombre y básicamente en la manera de conocer la realidad que lo rodea, producto del agotamiento del paradigma
tradicional, que sólo promete ver parte diminuta de la realidad.
Frente a esta
fragmentación y simplificación surge el pensamiento complejo, el cual se abre a
otras perspectivas, como la dinámica de lo imprevisible, de los espacios fuera
de las tendencias, de la combinación de elementos a veces irrepetibles. La complejidad es parte de este paradigma que
permite descubrir, en forma nueva la unidad
del todo y la pluralidad de constituyentes heterogéneos que conforman una
unidad con sentido.
La
complejidad surge a partir del siglo XX, cuando un grupo de filósofos intentan
una comprensión integral del conocimiento, tomando en cuenta los fenómenos naturales,
al observador humano y el contexto cultural y social donde el observador se encuentra
inmerso. Pensadores franceses como
Gaston Bachelard, Francis Jacob, Edgar Morin, Michele Serres, entre otros
postulan la necesidad de crear una epistemología con un punto de vista
antropológico y social, y a esta concepción intelectual de la naturaleza y el
conocimiento se le llama complejo.
Este
paradigma denominado por Morin de la complejidad considera de acuerdo con Vilar
(1997), que: en la naturaleza y en la
sociedad entre los humanos y los demás seres vivos, proliferan los desórdenes,
que a veces son creadores de nuevos órdenes,
todo ello trenzado por fenómenos hipercomplejos en lo que los
determinismos lineales de causas a efectos son limitados a espacios-tiempos
cortos, muy circunscriptos, estables y cerrados.
Morin (2003)
define la complejidad como el tejido de eventos, acciones, interacciones,
retroacciones, determinaciones, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así
la complejidad se presenta con los rasgos perturbadores de la perplejidad, es
decir, lo enredado, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre.
Cabe señalar que la complejidad llega a su pleno desarrollo a
finales del siglo XX; sin embargo, desde hace dos milenos, con los aportes de Epicuro-Lucrecio, LLull,
Da Vinci, Pascal, Comte, Vilar (1997),
ya se reflexionaba en base a la complejidad del conocimiento.
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