La hermeneútica en la gerencia




Para Aristóteles el saber ético no era un conjunto de hechos constatables objetivamente, sino un saber que afectaba de manera inmediata a la persona en cuanto que es un saber actuar correctamente, es un saber hacer en situaciones concretas, que no se enseña en la escuela porque no es simplemente un saber teórico ni tampoco un saber técnico.  

Por Esmelin Graterol Guzmán

Es un saber que por sí mismo es actitud general frente a la vida y los demás, en cuanto su condición es el deseo de lo justo, que se actualiza en cada decisión, en cada acción concreta, sin perder por ello su carácter de conocimiento y de verdad resaltado antes por Sócrates.
Acabamos entonces de identificar un supuesto evidentemente humanístico y tradicional en la escogencia, como criterio de verdad moral, del curso de la evolución natural de las cosas.  Pero cabría preguntarse  también si la identificación de las tendencias esenciales al proceso de concentración de las fuerzas vitales sobre el eje de la evolución –la universalidad, la autonomía y la inteligencia- no obedece también a una cierta selección en la que se destacan algunas tendencias sobre otras no tanto por virtud de la misma descripción fáctica de las ciencias naturales sino por la aplicación de criterios hermenéuticos constitutivos de la formación espiritual misma del investigador.  

Y cuando al destacar algunas cualidades al mismo tiempo implica descartar o relegar otras, ¿qué garantía tenemos de no estar actuando con prejuicios distorsionantes? Y ¿todo prejuicio no es ya un perjuicio?
La misma tendencia observada hacia la universalidad sobre el eje de la evolución no difiere sino en detalles de la universalidad ideal preconizada por los filósofos del Renacimiento y la ilustración como cualidad esencial de toda formación verdaderamente humana. Razón, libertad y universalidad, extraídos contemporáneamente como rasgos esenciales de la evolución biohumana, ¿cómo es que vienen ahora a coincidir, al menos formalmente, con los ideales humanísticos de la tradición, si no es por la interpretación inconscientemente selectiva del investigador formado en esos mismos ideales, como si estuviera atribuyendo a las cosas que analiza su propia estructura comprensiva? 
No hay que menospreciar el hecho de que también pertenecemos al mundo de las cosas, hacemos parte de la naturaleza, y que cuando hablamos en el fondo también ella es hablada.  Pero ocupémonos por lo pronto del concepto de “formación” tan apetecido por la pedagogía.
Diferenciado los significados de formación y de cultura, nos referimos a algo más elevado y más interior, al modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de toda la vida espiritual y ética y se derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter”.  

Aquí la formación no es sólo el resultado espiritual sino también el proceso interior en permanente desarrollo que abarca mucho más que el simple cultivo de las aptitudes y talentos naturales del individuo.  El cultivo y el ejercicio de una aptitud son apenas un medio para su pleno desarrollo, como es apenas un medio el aprendizaje escolar del manual de gramática para lograr el fin del desarrollo del lenguaje.  
Aquí lo que perdura en el fin, no es el medio.  Mientras que en la formación uno se apropia por entero y perdurablemente de aquello en lo cual y por lo cual uno se forma.  Es como el saber moral, por ejemplo, que nunca se olvida y nunca pierde su función.  A diferencia de los demás seres de la naturaleza, “el hombre no es lo que debe ser”, y por esto la condición de su existencia es formarse, integrarse, como decía Hegel, empezando por romper con lo inmediato y natural y elevándose hacia la generalidad.  El que se entrega a lo particular, a la restringida inmediatez es inculto.  
Lo esencial de la formación humana es convertirse en un ser espiritual capaz de asumir sus propios deseos, necesidades e intereses privados y ascender d la generalidad, a la universalidad espiritual, a través del trabajo de la reflexión teórica hasta reconciliarse consigo mismo.  Ello implica también mantenerse abierto hacia lo otro, con sentido general y comunitario, con tacto y sensibilidad artística, capacidad de buen juicio y sentido común.  
Lejos del concepto aristotélico de esencia y de sustancia, el de formación es un concepto eminentemente histórico de autoconfiguración vital propio del hombre como ser temporal en el sentido enfatizado por Hegel, Dilthey y Husserl; pero especialmente por Heidegger.

(*) Dr. Ciencias Administrativas. Post Doctor. Gerencia. Profesor del Doctorado en Gerencia UCV. Profesor Agregado. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales UCV.


@graterolesmelin

Correo: esmelingg@hotmail.com





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